viernes, 8 de diciembre de 2006

Can Paixano, o La Champañería

La noche empieza a caer sobre la ciudad condal. Rápidos pasos suben las escaleras de la parada de metro Barceloneta. Un grupo de chicos y chicas aparecen en escena, y entre risas y charlas, no dudan ni un segundo su dirección. Atraviesan la Plaza del Palau, y se introducen en una pequeña y oscura calle, la de la Reina Cristina, paralela al Paseo de Colón. Al fondo de la calle, en el número 7, ya pueden distinguir un pequeño bullicio. Decenas de jóvenes se agolpan frente a lo que parece ser el portal de uno de los edificios de la calle. En unos segundos, alcanzan dicha puerta, y es entonces cuando comienza la árdua tarea de introducirse entre la masa de gente, que no sólo se agolpa delante de la puerta, sino sobretodo dentro de lo que antes parecía un sencillo portal, y que ahora, entre el gentío, podríamos distinguir como una simple taberna, con sus jamones colgando... Los "perdona" y los "lo siento" sobran. Además de que el ruido impide oir las disculpas, lo cierto es que es verdaderamente imposible pasar sin empujar o pisar a alguien. De hecho, cuando te sitúas frente a la puerta, dirías que es imposible que alguien más pueda entrar en ese cuchitril...

Nos encontramos frente al Can Paixano, popularmente más conocido como la Champañería, uno de los locales con más éxito de la tarde-noche barcelonesa. Tras haber conseguido nadar entre la gente hasta el fondo del local (o hasta donde te de la paciencia), después de un cuarto de hora, y haber conseguido la casi imposible tarea de encontrar un sitio en donde más o menos pueda entrar tu grupo de amigos, empieza una nueva y no sencilla odisea: Pedir en la barra, lo cual no implica necesariamente llegar a la barra. Si estamos demasiado lejos de la misma, y nuestra voz es potente, podremos hacer el pedido a grito pelao. Sino, siempre nos queda el método de pásalo, que consiste simplemente en decirle al grupo de al lado que le diga a los de al lado que le pida al camarero lo que sea... Y esto después de que todo el grupo de amigos se haya puesto de acuerdo en qué es lo que quiere. La carta no es muy extensa, pero dudarás si pillarte un bocadillo de lomo, queso y bacon, o de serrano, roquefort y pimientos... Bocadillos muy variados, y sobretodo, muy grasientos. Al final da igual lo que pidas, todo sabe casi igual... Lo que sí está claro es que pidas lo que pidas, siempre lo acompañarás con una ración de croquetas, que son de éstas que daban en las fiestas del colegio, con la textura del cemento, y que al final... pues sí, realmente parecen de cemento... Pero están riquísimas.
Si crees que tu bocadillo no está lo suficientemente grasiento, puedes echarle está dudosa salsa especial...

De todos modos, el verdadero objetivo de venir a este atestado y mugriento lugar no es tomarse calorías a cholon, ni mucho menos aprovechar las circunstancias para tocar traseros argentinos o mejicanos (aunque mira, una vez allí, tampoco está de más). No, la verdadera razón de este sufrimiento es que, dos consumiciones nos dan derecho a adquirir una botella de cava fresca y enterita, y cuyo precio no pasa de los tres euros... Es decir, que por menos de 9 euros, tenemos cena y borrachera asegurada... Evidentemente, llega un momento que ya dará igual lo que lleven los bocadillos que nos sabrán de puta madre.













Vistas desde la puerta del local y dede el fondo, repectivamente.

Así que a pesar de los empujones, los pisamientos, los tocamientos, sobeteos y demás, a pesar de que aquel sitio sea un antro grasiento (no sólo los bocadillos) de pocos metros cuadrados, a pesar de que esté lleno de turistas yankis, y a pesar de que los bocadillos y tapas no sean un pedazo de cielo; a pesar de todo ello, la Champañería mola bastante, y es un buen comienzo para una noche memorable. Abren desde las tres y media de la tarde, y raro es encontrar el local semivacío en algún momento. Cierran pronto, a las diez y media, pues no tienen licencia de local nocturno. Por ello, el momento de máxima audiencia se suele dar a partir de las ocho de la tarde. Puede parecer una putada que cierre tan temprano, pero lo cierto es que ayuda a que las noches que allí empiecen se hagan más largas de lo habitual. Además, está situado al lado de una gran zona de chupiterías y demás locales de copas, con lo que al cerrar la Champañería tenemos por donde continuar...

Así que ya sabéis, si alguno tiene pensado venir por aquí, que no lo dude ni un instante a la hora de meterse la marea humana del Can Paixano...