martes, 21 de agosto de 2007

¿Y si viviésemos en la Edad Media? - Capítulo 2º

Regreso al cepillo
Aquella aparición repentina en aquel su escondite, que sólo los dos jóvenes amigos conocían, les había dado un buen susto. Allí, sentados en la hierba, miraban con incredulidad al recién llegado, que permanecía de pie, mirándoles con un rostro imperturbable, hasta que una pequeña sonrisa apareció en él.

- Hola que taaal – dijo el padre, en una frase que parecía cualquier cosa menos pregunta.
- Padre Jacobo – repitió Paco, todavía sorprendido – Pero, ¿qué hace aquí? Le hacía de viaje en tierras germanas.
- Así es – comentó el cura, recuperando la seriedad – pero…he vuelto. He vuelto de mi viaje.

Se hizo un breve silencio, de tan sólo un par de segundos, en el que no se oían ni las hasta entonces apuradas respiraciones de los dos jóvenes, pero sí el murmullo de fondo proveniente de la plaza del pueblo.

Un segundo después, el incómodo silencio se rompió. Paco y Ricardo estaban de pie, y se abalanzaban con alegría para abrazar a su joven amigo sacerdote.


- No me lo puedo creer – gritaba Paco con gran felicidad - ¡Qué sorpresa! Ya te echaba de menos, viejo amigo.
- Yo también a vosotros…
-Bueno, tendrás mucho que contarnos, ¿verdad? ¿Qué tal el viaje?
- Pues la verdad es que… - comenzó el cura.
- ¿Y el Papá?¿Has visto al Papa? – volvía a preguntar Paco, sin dejar tiempo a responder,
- Sí, claro…
- Un momento – le detuvo otra vez Paco, muy serio derepente - ¿Es cierto que las germanas están buenas como panes?
- Paco… que soy sacerdote…
- Ah, es cierto… Perdona – se disculpó Paco - Pero cuéntanos, ¿cómo has vuelto tan pronto?
- Bueno, tuve que volver urgentemente para hacer unas gestiones…
- Unas gestiones, ¿eh? – Paco estaba feliz – Pero a ver, ¿estaban buenas o no? – Insistía riéndose.

Ricardo, que hacía un rato que había dejado de prestar atención a la conversación, pensando en sus cosas, estaba ahora dando vueltas en círculos frotándose los ojos con las manos.

- Eh, amigos – dijo, volviendo a mirar hacia los otros dos – Me alegro mucho de que el padre nos haya dado esta grata sorpresa, y supongo que tendrá muchas cosas que contar, pero… Me estoy muriendo de sueño. Vámonos a dormir.
- Pero si son las seis de la tarde – respondió Paco, sorprendido.
- Ya, pero es que yo tengo el sueño cambiado.
- Bueno – comentó Jacobo – Podíamos ir a la posada a tomar algo, y mientras os cuento mi viaje. Yo también estoy algo cansado, después de tantas jornadas para volver aquí.
- Pues que no se hable más – dijo Ricardo, empezando a caminar.
- ¡Buf! Pues vaya excremento – protestó Paco, siguiendo a su amigo junto a Jacobo – No hemos aprovechado nada el día de mercado.
- Ya veo que seguís con las viejas costumbres – dijo Jacobo, sonriendo - ¿Siguen las mozas del pueblo tan sanas como siempre?
- Jajaja, ahí te he visto, sacerdote – rió Paco.
- Eh, no te pases ni un pelo – dijo el cura, recuperando levemente la seriedad.
- ¡No te mosquees!¡Que es tu trabajo, joder! – siguió mofándose Paco.

En ese mismo instante, mientras los tres amigos bajaban con entusiasmo hacia el pueblo por el sinuoso sendero, una figura desconocida bajaba de su viejo caballo, y después de atarlo en la entrada de la posada, entraba en ella, ante la atenta mirada de vecinos curiosos…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Joder, que cabrito el tío, "ola que taaaal", "tengo que hacer unas gestiones". En fin, el padre Jacobo, ese prodigio de la humorística española.