Las primeras luces del alba iluminaban el cielo cubierto de la ciudad gallega de Pontevedra. Tras la noche de fiesta precedente, pocas eran las personas que se encontraban en la calle a esas horas. Tan sólo nuestro protagonista, Rodolfo Bullas, se encontraba caminando por las calles pontevedresas, volviendo de su fiesta particular. A aquellas horas matinales, el cansancio prolongaba la sensación de embriaguez de Rodolfo, en cuyas venas todavía navegaban restos de alcohol. Sus pasos decididos no ocultaban a terceros que aquella noche había sido larga, pues su aspecto desaliñado, con restos de copas manchando su camisa y unas ojeras poco disimulables, hacían ver lo contrario.
Los pasos del protagonista se dirigían a la estación de autobuses. Rodolfo tenía que volver a Santiago de Compostela, su ciudad natal, para poder recuperar la energía perdida por la noche (y pasar mejor la resaca...). Minutos antes salía andando de la estación de trenes, donde había comprobado que faltaban más de dos horas para que pasase el siguiente tren a Santiago. Pagaría un poco más por el bus, pero llegaría mucho antes...
- Me da un billete bara Chantiago, bor favor... - El que vendía los billetes del bús pudo comprobar lo que no hacía falta comprobar...
Minutos después hacía su entrada en la estación de autobuses de Pontevedra un autobús de la compañía Castromil, en cuyo letrero, situado en la parte superior delantera de vehículo, podía leerse lo siguiente:
FERROL
Coruña -> Santiago -> Pontevedra -> Vigo
Coruña -> Santiago -> Pontevedra -> Vigo
Al ver aquel letrero, e incitado por su trasero, que tenía ganas de reposar en un cómodo sillón, Rodolfo enseguida tuvo el siguiente pensamiento:
- Santiago... Va a ser este.
Dicho esto, se acercó al autobús, billete en mano (botella de agua de dos litros en la otra, para la resaca), y le extendió el mismo al señor conductor, quien lo cogió, lo analizó de arriba a abajo, pudiendo leer claramente en tinta negra la inscripción "Pontevedra - Santiago", le hizo un pequeño corte transversal con los dedos índice y pulgar, y se lo devolvió realizando un leve gesto de confirmación con la cabeza y sin mediar más palabra a su dueño, quien con una sonrisa bobalicona, se subió rápidamente al autocar, y se sentó en el primer sitio que vió, feliz cual niño inocente de Colegio Alca que va de excursión a los castros de Baroña...
Una vez dentro, comenzaron las dudas:
- ¿Puede ser que me haya quivocado de...? No... ¿Puede? No, no, no, ¿puede?- Los dos hemisferios del cerebro de Rodolfo debatían lo que en unos segundos se resolvería - No, definitivamente estoy en el buen bus.
Mientras tanto, el autobús se disponía a incorporarse a la Autopista del Atlántico. Una bifurcación se presentaba justo delante, y dos carteles azules con forma de flecha indicaban las direcciones de cada sentido. Hacia la izquierda, Santiago. A la derecha, Vigo.
- Vale, ahora giramos a la izquierda. A la izquierda. Izquierda, izquierda, izquierda... - El autbús gira a la derecha... Minutos después hacía su entrada en la estación de autobuses de Pontevedra un autobús de la compañía Castromil, en cuyo letrero, situado en la parte superior delantera de vehículo, podía leerse lo siguiente:
- Santiago... Va a ser este.
Dicho esto, se acercó al autobús, billete en mano (botella de agua de dos litros en la otra, para la resaca), y le extendió el mismo al señor conductor, quien lo cogió, lo analizó de arriba a abajo, pudiendo leer claramente en tinta negra la inscripción "Pontevedra - Santiago", le hizo un pequeño corte transversal con los dedos índice y pulgar, y se lo devolvió realizando un leve gesto de confirmación con la cabeza y sin mediar más palabra a su dueño, quien con una sonrisa bobalicona, se subió rápidamente al autocar, y se sentó en el primer sitio que vió, feliz cual niño inocente de Colegio Alca que va de excursión a los castros de Baroña...
Una vez dentro, comenzaron las dudas:
- ¿Puede ser que me haya quivocado de...? No... ¿Puede? No, no, no, ¿puede?- Los dos hemisferios del cerebro de Rodolfo debatían lo que en unos segundos se resolvería - No, definitivamente estoy en el buen bus.
Mientras tanto, el autobús se disponía a incorporarse a la Autopista del Atlántico. Una bifurcación se presentaba justo delante, y dos carteles azules con forma de flecha indicaban las direcciones de cada sentido. Hacia la izquierda, Santiago. A la derecha, Vigo.
- Vale, ahora giramos a la izquierda. A la izquierda. Izquierda, izquierda, izquierda... - El autbús gira a la derecha... Minutos después hacía su entrada en la estación de autobuses de Pontevedra un autobús de la compañía Castromil, en cuyo letrero, situado en la parte superior delantera de vehículo, podía leerse lo siguiente:
VIGO
Pontevedra -> Santiago -> Coruña -> Ferrol
Pontevedra -> Santiago -> Coruña -> Ferrol
Rodolfo Bullas se acomodó en su asiento, cerró los ojos y se dispuso a disfrutar de un largo viaje...
N. de A. Tras llegar a Vigo sin problemas, Rodolfo consiguió, sin saber muy bien cómo, que le diesen el billete Vigo-Santiago completamente gratis. Tras un intenso viaje de tres horas, por fin pudo llegar a su casa y descansar.
Manolo Fernández, conductor de autobús, fue condenado a 23 rodillazos en el coxis por no haber avisado a Rodolfo de su estrepitoso error. Manolo huyó de las autoridades, negándose a recibir tan dolorosa pena. A día de hoy todavía no ha recibido su merecido castigo...
Manolo Fernández, conductor de autobús, fue condenado a 23 rodillazos en el coxis por no haber avisado a Rodolfo de su estrepitoso error. Manolo huyó de las autoridades, negándose a recibir tan dolorosa pena. A día de hoy todavía no ha recibido su merecido castigo...
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