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lunes, 1 de diciembre de 2008

Los Fantasmas de la O.R.A.

Como cada sábado a mediodía, Juan salía a pasear con su mujer, Clara, y su hijo, Manuel... Era un día de invierno atípico, con mucho sol, pero a pesar de ello hacía mucho frío, por lo que los tres iban bien abrigados. Mientras Manuel, un alegre niño de siete años, correteaba por la calle jugando con un palo en su mundo de fantasía, probablemente imaginando ser algún caballero medieval de armadura brillante, sus padres caminaban tras él, charlando de temas banales, rutinarios y sin demasiada importancia, sin dejar de ojear a su hijo en ningún momento.

Una sombra apareció al fondo de la calle. Era un hombre jóven, quizás cerca de los treinta, aunque la capucha de la sudadera con la que iba vestido le cubría el rostro, y era difícil de averiguar. Llevaba ropa deportiva, aunque probablemente se debiese más a la comodidad que a la finalidad. De debajo de la capucha tan sólo se podía vislumbrar un rostro cabizbajo y ensombrecido, y unos ojos que apenas levantaba para no tropezar con el mobiliario urbano.

El hombre se dirigía hacia la familia, pero ninguno de los tres se percató de su presencia hasta que estuvo a escasos metros de Manuel... Juan, que fue el primero en verlo, le hizo un gesto a su mujer, y los dos se apresuraron en ir hasta su hijo y apartarlo de aquel hombre, cuya única reacción ante las atemorizadas caras de la familia fue un ligero giro de cabeza para observarles mejor, cuando pasó a su lado. Un delgado rayo de sol iluminó por pimera vez la demacrada y pálida cara del joven, que parecía haberse levantado hacía escasos minutos. La luz le cegó al momento, y rápidamente volvió a mirar al suelo para protegerse con la capucha...

Juan comprobó que su hijo estaba bien, palpándole el cuerpo con ambas manos. Manuel miró a su padre, con cara de no haber entendido nada. Volvió a mirar al chico, que se alejaba con el mismo ritmo lento y pausado. Luego regresó la mirada a su padre:

- ¿Qué pasa, papá? - preguntó - ¿Por qué me agarras?

Juan miró a su hijo condescendientemente. Luego miró a su mujer, que le devolvió la mirada con preocupación.

- Te estoy protegiendo de aquel chico - le contestó Juan a su hijo - Porque ese chico... Ese chico es un fantasma de la O.R.A....

Y entonces, Juan le explicó a su hijo la leyenda del fantasma de la ORA. Hace mucho, mucho tiempo, los jóvenes se divertían por las noches, desfasando en un mundo de vicio y perversión... Cosas muy feas y diabólicas... Hasta que un día, después de muchas horas de fiesta, muchos cubatas y demasiada diversión, una maldición cayó sobre algunos de los jóvenes que participaban en esas fiestas sin control... Aquellos que dejasen el coche aparcado en la calle el viernes por la noche, se verían obligados a despertarse a media mañana, con la resaca de la noche anterior en pleno apogeo, para ir a poner el ticket de la O.R.A. si querían evitar que les multasen, y poder así descansar en paz...

- Es por eso - finalizaba Juan, ante la atenta mirada de su hijo - que todas las mañanas de los sábados, si te fijas bien, podrás ver sombras caminando por la calle, entes sin vida, camuflados de la luz del sol, que caminan con rumbo fijo, con un único objetivo: Poner el ticket de la O.R.A.... Ponerse en su camino, puede resultar muy peligroso...

Manu miraba a su padre con los ojos como platos, aterrorizado. Giró rápidamente la cabeza fijándose en la gente que paseaba a su alrededor. Allí, entre la multitud, numerosos jóvenes encapuchados se alejaban hacia sus casas, tras haber cumplido con la maldición. Con ritmo lento y pausado, ahora sólo tenían un objetivo: Descansar...

lunes, 18 de agosto de 2008

La (incierta) Leyenda de San Caetano

Según contaba la leyenda, transmitida de generación en generación por bardos inagotables en noches infinitas, "se non ligas en San Caetano, non ligas en todo o ano"... Algunos rezaban porque la maldición no se cumpliese, pues en esa noche mágica bajo las estrellas y las copas de altos eucaliptos, la labor del cortejo debía efectuarse bajo la mayor precaución, cuidando de no toparse con algún borracho violento, con alguna hembra desfigurada, o, en el peor de los casos, con alguna trampa mortal en medio de la oscuridad de la noche, que te llevase arrastrando el trasero por una cuesta sin fín, plagada de matojos llenos de pinchos de los que casi era imposible escapar...

Había pasado ya más de una semana desde aquellas fiestas de San Caetano, en Portosín, y los más cuerdos todavía recordaban el fervor vivido en aquellas noches de desfase, vicio y perversión... Vino a voluntad para viajar al calor de la incesante música, luces de colores que intentaban iluminar el claro del bosque, y una polvareda inmensa, levantada por los bailes de la masa humana, que aseguraban que al día siguiente, la respiración fuese más difícil que después de varios días viviendo en Pekin...

Y en aquella marea de gente, había un grupo de intrépidos muchachos, veteranos en mil batallas, listos para cumplir la tradición o morir en el intento. Algunos, tras varias horas de incesantes acechos, consiguieron su vital cometido. Otros, cual amante de la naturaleza que deja escapar su presa una vez conseguida, decidieron quedarse a mitad de camino, tentando a la suerte que predecía la famosa leyenda... Muchos, en un momento de despiste, desaparecieron para siempre como se describía antes, en las profundidades de la maleza...

Pero a pesar de las bajas, a pesar incluso de que algunos no pudieron (o quisieron) cumplir con la profecía, el recuerdo de aquellas noches permanecerá por los siglos de los siglos, en los escritos más longevos de civilizaciones venideras, pues aquellas fiestas de San Caetano, aquel claro en el bosque de eucaliptos en la cima de la montaña a orillas de la Ría de Noia, aquel vino peleón que los presentes se tiraban unos a otros cuando ya no les cabía más en el cuerpo, aquel polvo que ascendía desde el suelo a las fosas nasales... Todo ello, creaban un ambiente único, irrepetible, extraordinario...

Aunque quizá también haya que pensar (pues cabe la posibilidad) que aquellas mágicas e irrepetibles noches, puedan caer irremediablemente en el olvido en poco tiempo, cuando el recuerdo se borre de la mente de la gente con más alcohol, o cuando los mismos muchachos repitan, al año siguiente, otras noches mágicas, cumpliendo (o intentando cumplir) con la leyenda de San Caetano...

viernes, 8 de agosto de 2008

Del Cielo de Cambados, al Infierno de Catoira...

El sol había salido hacía tiempo, y ya pegaba con fuerza en las calles de Cambados. Las gaviotas, hartas de graznar (o como coño quiera que se llame lo que hacen), flotaban tranquilas, dormitando al ritmo de las olas, ahora que la fiesta se había terminado y podían descansar. El paisaje era desolador. Parecía como si un tornado hubiese entrado de lleno en un basurero, desperdigando las bolsas y su contenido por todas partes. Las atracciones de la feria, cerradas a cal y canto, asustaban a cualquiera, aún a plena luz del día. En algunas calles, un fuerte olor a amoníaco, marcaba las zonas de "receso" de la ciudad.

Cuatro sombras caminaban, con rumbo fijo pero cansado, entre las atracciones y las bolsas de botellas a medio terminar. Los brazos caídos, los ojos entrecerrados, la boca seca... Aquellos indicios indicaban que esos hombres no eran de los madrugadores.

Miraron a una zona del palmeral por el cual estaban pasando. En aquel rincón se habían pasado una buena hora hablando con una médicas recién licenciadas, manteniendo conversaciones interesantes y divertidas, que camuflaban sus verdaderas e inconscientes intenciones reproductivas... En aquel otro rincón, fue donde ellos mismos abastecieron sus atrofiados hígados, buscando estar en el nivel de euforia reinante, antes de dirigirse triunfante a algún garito del pueblo en el que se encontraban.

Siguieron caminando por el paseo marítimo durante unos minutos. Mirando al mar, recordaron algunos momentos de la dura noche pasada. El ligoteo en el palmeral; el "rescate" de un peluche en un puesto de la feria, cuando los secuestradores miraban a otro lado; el momento confuso en las atracciones, dando vueltas hacia arriba, hacia abajo, hacia los lados, y hasta en diagonal... Después de un buen rato, con las últimas fuerzas, llegaron al coche, aparcado a orillas del mar. Un lugar peligroso si se viene en ese estado (de cansancio).

Las energías volvieron con algo de comida que encontraron por ahí, y la música a todo meter. De pronto alcanzaron un nivel de euforia curioso, seguramente causado por la droga que es el sueño. En ese estado estaban cuando un Ford Focus trujing se paró a su lado, y viendo la marcha que llevaban los cuatro chicos, les dijo que fueran a otra fiesta... La fiesta de Catoira...

Al principio no estaban muy convencidos de la idea. Pero a los pocos minutos, como arrastrados por una fuerza invisible, se metieron en los coches, y salieron con lo puesto hacia la famosa fiesta de Catoira, sin saber en realidad lo que allí les aguardaba...

La idea que tenían es que tardarían unos cinco minutos en llegar, pues supuestamente estaba al lado... Cinco minutos después, todavía les quedaba otros 25 para llegar al pueblo vecino. La monotonía del coche, unido a que eran las diez de la mañana y no habían pegado ojo en 24 horas, hacía peligrar la seguridad de los protagonistas... Algún volantazo por aquí, unos cuantos claxones por allá, las bandas sonoras de los lados de la carretera, y los gritos de los copilotos, evitaron la tragedia...

Por fin en Catoira, se dispusieron a pasar unas cuantas horas más de fiesta desenfrenada. Dejaron los coches y fueron caminando hasta la zona de la fiesta, situada en un paraje extraordinario, a pesar de que alguien tuvo la grotesca idea de poner un puente por encima de la zona. Los restos de unos torreones del medievo se alzaban majestuosos en la rivera del río,guardando el paisaje verde y azul, sólo manchado por el citado puente de la nacional que lo sobrevuela. Un paisaje majestuoso.

Tras tres horas en aquel lugar, los torreones podían ser de oro con incrustaciones de zafiros y rubíes, las colinas de nata y el río de chocolate. Daba lo mismo, porque allí fiesta, lo que se dice fiesta, no había. Sólo había un Sol del tamaño de la bola de la Fuerza Universal de Son Goku... Sedientos, cansados, al borde de la lipotimia, los cuatro amigos esperaban el momento álgido de la fiesta, con más fé que esperanzas de que aquello pudiese darles ganas de celebrar lo que fuese... La ingente cantidad de personas que se acumulaban en ambas orillas del río parecía indicar que aquello iba a ser la repera. Y entonces, por fin llegó el esperado momento, para el cual estuvieron esperando tres horas, al sol, sin comida ni bebida... Bueno, sólo la bebida de la noche anterior... El espectáculo ya podía ser bueno.

Tres barcos de apariencia vikinga, gente vestida de vikinga a bordo con más copas encima que una baraja española gritando como desgraciados, una vuelta por delante de los cientos de personas que observaban el percal y (sisi) aplaudían y animaban a los que iban en los barcos, el desembarco delante de varias cámaras de televión, revolcándose por el barro y tirando algas a la gente, y... Y nada más. Ya está. Aquello fue todo.

Medio inconscientes, con la sensación de que todo aquello era un sueño de los raros, casi sin poder pronunciar palabra tras lo que acababan de presenciar, los cuatro amigos se levantaron, y sacando fuerzas para huir de aquel lugar, se marcharon comentando la situación, verificando que lo que acababa de pasar, era real.

De camino al coche, un reportero de televisión seguido de un cámara, viendo el miedo en sus caras, les paró para hacerles unas preguntas, que pueden resumir el sentimiento que se les quedó después de aquello, cuando pasaba de la una de la tarde...

Periodista: ¿Primera vez en Catoira?
Individuo: Si...
P: Y ¿que te ha parecido?
I: Impresionante... No tengo palabras...
P: Pero... ¿Te ha gustado?
I: Pues bueno... Que tanta gente venga hasta aquí para ver a 40 frikis borrachos revolcarse por el barro, es algo increíble...
P (pensando, con media sonrisa en la cara): Algo de razón tiene...
I: ...bueno, es una tradición y eso es lo importante...
P: Aham... ¿De dónde eres?
I: De...

martes, 11 de marzo de 2008

La Leyenda de la Noche Madrileña

Un estruendo rompe el silencio en la noche madrileña. Es un ruido sobrenatural, de ultratumba, jamás escuchado en la faz de este planeta (al menos no en la historia reciente). Los vecinos de los edificios cercanos, y no tan cercanos, miran asustados por sus ventanas, inocentemente protegidos por una cortina o una persiana, queriendo escudriñar sin éxito en la oscuridad...

El sonido se hizo más fuerte, hasta tal punto que las paredes temblaron. La gran parte de los curiosos que miraban por sus ventanas se apresuraron a cerrarlas a cal y canto, y a apagar la luz, tratando de ser invisibles ante la amenaza que se acercaba, inconscientes del peligro que se cernía sobre ellos...

El sonido se hizo ensordecedor. Eran risas, gritos, gemidos, llantos... Entonces, algo extraño sucedió. Un grito aterrador, y de repente, un saco de cemento apareció volando por los aires, saliendo de la nada... La fuerza con la que volaba era tal, que en pleno vuelo se rompió en mil pedazos, y una polvareda invadió la calle, haciendo todavía más difícil distinguir nada. Entonces, se hizo el silencio.

El polvo fue disipándose poco a poco. Y sólo entonces, por fin se pudo ver el origen de todo aquel alboroto. Diez sombras se alejaron del lugar de los hechos, con paso no necesariamente rápido, entre risas y gritos. Su destino no estaba claro, pero seguro que dejarían una senda de destrucción a su paso...
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Horas antes, los peligrosos protagonistas de esta historia se encontraban tranquilamente en casa de uno de ellos... Todo parecía normal, la típica reunión de amigos, y amigos de amigos, con conversaciones normales, risas normales, gente normal en definitiva. Pero entonces, una voz misteriosa y seductora entró en sus cabezas, cual canto de sirena en un navío vikingo, atrayendo su atención irremediablemente. La voz recitaba unas frases encandiladoras, que no podrían ser reproducidas aquí sin perder gran parte de su encanto...

Quizás fueron aquellas palabras provenientes de una dimensión desconocida las que provocaron el posterior desatamiento de los protagonistas... O quizás fueron "Las Nuevas Trancas", un tequila de procedencia tan dudosa como la originalidad de su nombre...

Pero el caso es que la destrucción no se detuvo ahí... En algún lugar de la capital, un local nocturno sufriría las consecuencias de este ciclón. La rapidez con la que actuaban era tal, que a pesar de estar abarrotado y contar con ciertas medidas de seguridad, nadie se percató de cómo ni cuándo los protagonistas se llevaron medio techo por delante, causando el pánico entre la multitud... De aquella masacre, sólo el hombre más pequeño del mundo pudo salvarse, haciendo gala de una increíble habilidad para pasar desapercibido...
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Una nueva noche caía en Madrid. Algunas voces comentaban nerviosas lo ocurrido la noche anterior. La gran mayoría mantenía el silencio, temerosos. Otros se limitaban a comentar lo ansiosos que estaban por ver el Chiki Chiki en la gala de Eurovisión... Pero todos temían que se repitiese la masacre.

En un bar de tapas céntrico de Madrid, diez jóvenes amigos tomban unas cervezas y algo de sidra para acompañar los numerosos pinchos que ofrecían. Poco a poco, una sombra volvía a caer sobre ellos... La locura les llevaba incluso a ser "agresivos" entre ellos, y pronto empezaron a lanzarse comida y bebida (o a cebarse los unos a los otros)...

La calma cayó en el grupo por un momento... Pronto llegaron a otro local. Alguien dijo tiempo después que, "si se pudiese representar a este variopinto grupo en un bar, sería este". Cuando llegaron se sintieron extraños. La gente que pululaba por allí podía igualar a los diez malvados protagonistas en cuanto al terror que provocaban al resto de los mortales. Era una especie de bar de los horrores... Pero para gente como los protagonistas, aquello era como estar en casa...

Allí, un pobre vendedor de flores fue víctima de los juegos de los protagonistas. Tras una tímida entrada ofreciendo flores al personal, el grupo lo cogió por banda, y lo atrajo en sus redes. Finalmente, no se sabía si el vendedor era víctima del grupo, o si por el contrario había pasado a formar parte de él. Pero lo cierto es que las flores que llevaba el hombre sí se podrían encontrar entre los daños causados...

Tras simpatizar con la gente de aquel curioso bar, y en pleno apogeo de la noche, decidieron volver al local de la noche anterior, cual catástrofe natural que siempre se ceba con los países más necesitados... Y una vez más, tentando a su suerte, o tal vez demostrando que la suerte no había tenido que ver, volvieron a causar destrozos, dejando el cableado del lugar al alcance de la mano, para disfrute de los más borrachos del lugar...
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Poco antes, sin una explicación lógica, el temible grupo fue invitado a casa de unos inconscientes, que atrajeron a los protagonistas bajo promesas de ver los pechos más grandes que jamás hubiese visto cualquier persona, animal o cosa...

Y nada más cruzar la puerta de la morada, con ellos entró la destrucción... Haciendo gala de una fuerza descomunal, uno de los protas arrancó el perchero de la pared, sin mayor esfuerzo, mientras otra agujereaba el parqué de la casa, sólo con caminar por una de las habitaciones... Era lo nunca visto... Pero las tetas no aparecieron por ningún lado...
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El fin de semana llegó a su fin, y el grupo, para alivio de los madrileños, se separó por fin... Atrás quedaron muchas anécdotas, muchas más de las que aquí se han contado. Diálogos extraños, hablando de tipos de tableros de madera, fimosis, animales vegetarianos, o de levantar coches entre dos (a pesar de su brutal fortaleza, no fueron capaces de levantar un Smart...), demostraciones de poderío, no sólo físico o mental, sino también de riqueza, cogiendo taxis hasta para ir a la vuelta de la esquina...
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Todo ello es lo que dice la leyenda, lo que se cuenta que sucedió el pasado fin de semana... Pero ¿cómo diferenciar la realidad del sueño? ¿Cómo creerse lo increíble, lo inimaginable o impensable? ¿Cómo no pensar que todo ello son habladurías, una farsa sin sentido?

Eso, amigos míos, sois vosotros los que tendréis que decidirlo, los que tendréis que averiguar qué parte es cierta y qué parte no lo es. Qué parte tiene sentido, y cual no... Pero tenedlo claro: La leyenda también asegura que pronto, no se sabe exactamente cuando, pero que en algún momento, la maldición de este grupo regresará, y caerá en algún otro lugar, causando otra ola de destrucción. Aseguraos de estar lejos cuando ocurra... O formad parte de ella...

martes, 11 de diciembre de 2007

Oda al Frankfurt

Supongo que a estas alturas la mayoría ya estaréis al tanto de la noticia. La foto adjunta, que no necesita mayor explicación, fue tomada hace ya unos días. Cualquiera que suela salir en Santiago, sabrá que el Frankfurt se había convertido, desde hace unos años, en un símbolo de la nocturnidad compostelana. Ese bocadillo o hamburguesa de las tantas de la mañana era un placer impagable. Pero en el Frankfurt tenía precio: 2,20 el de chorizo criollo con chimichurri, mi favorito. Ese sabor único, esa grasilla inequívoca.

El Frankfurt nos dio un nuevo concepto de la comida rápida. En tan sólo 6 metros cuadrados, los dos trabajadores (tres, cuando había más gente) se las apañaban para no hacerte esperar más de tres minutos. En la única plancha del local, un hombre manejaba la espátula con un arte endemoniado, mientras sus ayudantes anotaban los pedidos, los envolvían en papel albal, y los cobraban con una pericia inimaginable. El Frankfurt nunca tenía más cola que los dos metros cuadrados que había entre la barra y la puerta. Era rápido, barato, bueno y cómodo.

Ahora se han ido. Las cosas les han ido bien, y se han comprado un local mucho mayor en el Área Central, donde les auguro un buen futuro. Pero, ¿que pasa con nosotros, los jóvenes? ¿Qué pasa con la gente que, noche tras noche, bocadillo de chorizo con chimichurri tras bocadillo de chorizo con chimichurri, hemos ido pagando ese nuevo local? ¿Qué será de nosotros? ¿Acaso tendremos que ir a la competencia, diez metros calle abajo, a ese lugar del que no se ni su nombre, cuyas hamburguesas insípidas son servidas por ese jóven asonriente con problemas de acné, cuya expresión indica que se está cagando en ti en cada segundo que pasa? ¿O tendremos que ir a un 24 horas a que nos sirvan un bocadillo precocinado, unos señores que se ponen un guante en una sola mano, mientras que con la otra manosean mi bocadillo, que te preguntas "para que coño te pones el guante, hijo de la gran puta"?...

En fin, supongo que cuando esté volviendo del campillo todas estas preguntas me la traerán floja... En cualquier caso, desde BloGui-J queremos dar nuestro más sincero agradecimiento al Frankfurt porque, a pesar de dejarnos ahora sólos y desamparados, nos han acompañado durante muchas noches aquí en Santiago. Muchas gracias y suerte.

martes, 9 de octubre de 2007

Irmandiños: A Resaca

Legendario. Calificativo perfecto para un fin de semana glorioso, en el que más de 500 personas lucharon frente a frente por la conquista/defensa del castillo de Monterrei, en la provincia de Ourense. 250 "irmandiños" contra 250 "malfeitores". Si habéis leído el artículo de El País, no os fieis de él, porque la mitad está inventado. En él se afirma que las 250 plazas malfeitoras fueron reservadas para gente de fuera de Galicia. Eso sería como decir, "venid a que nos riamos de vosotros y convirtamos la mítica batalla irmandiña en una sutil manera de reclamar una ridícula independencia"... Ni mucho menos fue así. En el mismo artículo, un poco más adelante, se contradice con lo dicho anteriormente, entrevistando a una malfeitora de Pontevedra...

Artículos periodísticos manipulados aparte, lo cierto es que nos lo pasamos como enanos viviendo como auténticos soldados medievales, y dando tollinas como panes mañaneros, como dirían en Paranoia con Patatas... El "¡¡au, au, au!!" de los espartanos no cesaba de sonar en las embestidas irmandiñas. Los gritos de guerra "¡¡Morte, morte, morte!!" o "¡¡Viva la causa Irmandiña!!" todavía resuenan en nuestras cabezas. Y por supuesto las gaitas. Cada ejército disponía de su propia banda de música, que no dejó de tocar prácticamente en ningún momento del fin de semana. Una de sus canciones (el "¡¡lololololo hey!!"), que a mí se me parece a la de Batman de los 70, se puso de moda entre el ejército Irmandiño, que lo tarareaba cada dos por tres... Más de uno acabó hasta las narices de la canción... Hay rumores de que el politono será colgado en el foro en breve...

Un servidor luchaba al frente de los Leones de Castilla, cuadrilla de la Hermandad de los Mercenarios, con los Irmandiños, aunque estos desconfiaban de nosotros, pues en la primera edición los Mercenarios luchaban con los Malfeitores, hasta que los traicionaron y se unieron a la causa Irmandiña. Pero en esta edición se pagó lo que se había prometido y no hubo traición. Los 50 mercenarios luchamos a muerte en el campo de batalla, tomando la atalaya en dos tiempos, consiguiendo que se uniesen al ejército Irmandiño gran parte de los Cazarecompensas del enemigo, así como de los Mercenarios Portugueses...

Pero a pesar de todo, la fatiga que suponía caminar desde el campamento Irmandiño hasta el campo de batalla, al lado del castillo donde descansaban los Malfeitores, (sin contar la resaca acumulada de dos noches de licor café que algunos llevaban encima...) pasó factura a los nuestros, que no pudieron ganar la batalla final a pesar de haber vencido en la mayoría de las batallas del fin de semana.

Aún así, la experiencia ha sido intensa y muy divertida. La organización fue magistral, los actores hicieron un papel excelente y, en general, todo salió estupendamente. Por supuesto, el año que viene se repetirá, sin lugar a dudas. Se quiere ampliar el número de plazas a 1000, convirtiéndose en uno de los juegos de rol en vivo más importantes de Europa. Desde BloGui-J animamos a todos a que no dejen pasar la oportunidad de vivir esta experiencia, que se olviden de los prejuicios que tengan sobre el "rol" y se dejen llevar por el "en vivo".

Nota: Hoy, Martes 9 de Octubre, de 16:00-16:30 y de 17:20-18:50, podremos ver en la Gallega, en el programa de Piñeiro "Acompáñenos", un especial de los Irmandiños 2007.

¡¡No os lo perdáis!!

jueves, 23 de agosto de 2007

Pontevedra - Santiago... Por Vigo

Pontevedra, 12 de Agosto de 2007. 9:36 a.m.
Las primeras luces del alba iluminaban el cielo cubierto de la ciudad gallega de Pontevedra. Tras la noche de fiesta precedente, pocas eran las personas que se encontraban en la calle a esas horas. Tan sólo nuestro protagonista, Rodolfo Bullas, se encontraba caminando por las calles pontevedresas, volviendo de su fiesta particular. A aquellas horas matinales, el cansancio prolongaba la sensación de embriaguez de Rodolfo, en cuyas venas todavía navegaban restos de alcohol. Sus pasos decididos no ocultaban a terceros que aquella noche había sido larga, pues su aspecto desaliñado, con restos de copas manchando su camisa y unas ojeras poco disimulables, hacían ver lo contrario.

Los pasos del protagonista se dirigían a la estación de autobuses. Rodolfo tenía que volver a Santiago de Compostela, su ciudad natal, para poder recuperar la energía perdida por la noche (y pasar mejor la resaca...). Minutos antes salía andando de la estación de trenes, donde había comprobado que faltaban más de dos horas para que pasase el siguiente tren a Santiago. Pagaría un poco más por el bus, pero llegaría mucho antes...

- Me da un billete bara Chantiago, bor favor... - El que vendía los billetes del bús pudo comprobar lo que no hacía falta comprobar...

Minutos después hacía su entrada en la estación de autobuses de Pontevedra un autobús de la compañía Castromil, en cuyo letrero, situado en la parte superior delantera de vehículo, podía leerse lo siguiente:

FERROL
Coruña -> Santiago -> Pontevedra -> Vigo

Al ver aquel letrero, e incitado por su trasero, que tenía ganas de reposar en un cómodo sillón, Rodolfo enseguida tuvo el siguiente pensamiento:

- Santiago... Va a ser este.

Dicho esto, se acercó al autobús, billete en mano (botella de agua de dos litros en la otra, para la resaca), y le extendió el mismo al señor conductor, quien lo cogió, lo analizó de arriba a abajo, pudiendo leer claramente en tinta negra la inscripción "Pontevedra - Santiago", le hizo un pequeño corte transversal con los dedos índice y pulgar, y se lo devolvió realizando un leve gesto de confirmación con la cabeza y sin mediar más palabra a su dueño, quien con una sonrisa bobalicona, se subió rápidamente al autocar, y se sentó en el primer sitio que vió, feliz cual niño inocente de Colegio Alca que va de excursión a los castros de Baroña...

Una vez dentro, comenzaron las dudas:

- ¿Puede ser que me haya quivocado de...? No... ¿Puede? No, no, no, ¿puede?- Los dos hemisferios del cerebro de Rodolfo debatían lo que en unos segundos se resolvería - No, definitivamente estoy en el buen bus.

Mientras tanto, el autobús se disponía a incorporarse a la Autopista del Atlántico. Una bifurcación se presentaba justo delante, y dos carteles azules con forma de flecha indicaban las direcciones de cada sentido. Hacia la izquierda, Santiago. A la derecha, Vigo.

- Vale, ahora giramos a la izquierda. A la izquierda. Izquierda, izquierda, izquierda... - El autbús gira a la derecha... Minutos después hacía su entrada en la estación de autobuses de Pontevedra un autobús de la compañía Castromil, en cuyo letrero, situado en la parte superior delantera de vehículo, podía leerse lo siguiente:

VIGO
Pontevedra -> Santiago -> Coruña -> Ferrol

Rodolfo Bullas se acomodó en su asiento, cerró los ojos y se dispuso a disfrutar de un largo viaje...

N. de A. Tras llegar a Vigo sin problemas, Rodolfo consiguió, sin saber muy bien cómo, que le diesen el billete Vigo-Santiago completamente gratis. Tras un intenso viaje de tres horas, por fin pudo llegar a su casa y descansar.
Manolo Fernández, conductor de autobús, fue condenado a 23 rodillazos en el coxis por no haber avisado a Rodolfo de su estrepitoso error. Manolo huyó de las autoridades, negándose a recibir tan dolorosa pena. A día de hoy todavía no ha recibido su merecido castigo...

domingo, 29 de julio de 2007

Apóstol LE-GEN...

...Y espero que no os moleste porque la segunda parte de la palabra es -DARIO.

Si, legendario. Tras unos días asimilando todos y cada uno de los hechos acaecidos durante la noche del pasado martes 24 de Julio, Noche del Apóstol Santiago, he decidido realizar un post para expresar mi felicidad y mi agradecimiento a todos aquellos que estuvieron en esa noche mágica. Sinceramente fue brutal, genial, de reirse sólo, y levantarse al día siguiente con una sonrisa en la boca y, sí, una canción en el alma.
Gracias a los de aquí, a los de allí y allá, y a los de más allá. A todos, porque me lo he pasado...

¡DE PUTA MADRE!!