jueves, 13 de septiembre de 2007

La fiebre del nuevo D.N.I.

El verano está a punto de terminar. Como cada año, atrás quedan meses de sol y playa, de visitas a ciudades perdidas, de aventuras irrepetibles con los amigotes, y ya solo nos queda rememorar todo eso con las fotos y videos que hayamos hecho... Bueno. En mi caso, este año todo lo que acabo de decir es una jilipollez. Aunque lo cierto es que este verano no caerá en el olvido fácilmente. Ha sido el verano más surrealista que he vivido en mucho tiempo, y aunque no pasará a la historia por "el sol y la playa" o por "viajes extraordinarios" (bueno, esto está por ver...), desde luego que no serán pocas las cosas que tenga que contar cuando me pregunten por él.

Este ha sido el verano del estudio, de recuperar lo que no hice los dos últimos años, de las tres idas y vueltas a Barcelona en 10 días porque justo se me intercalaron examenes de allí con los de aquí, el verano de la carpeta voladora, de los profesores irrespetuosos y faltos de piedad... Todas estas cosas las he ido contando, o las contaré en un futuro, porque, aunque muchos las conocéis por encima, merece la pena saberlas en detalle... Hoy empezaré con una de estas aventuras. Una historia que pone los pelos de punta. Ocurría a finales de agosto. Es...

La historia del D.N.I.

Yo lo necesitaba. De verdad. No se si como en mi caso estaba el resto de la gente. Pero para mí era una necesidad. Si no, creédme si os digo que tenía muchas cosas mejores que hacer una mañana de agosto que estar haciendo cola para sacarme el D.N.I. Pero es que lo necesitaba, pues la semana siguiente me tocaba pillar seis vuelos, y no quería arriesgarme a que me dejasen en tierra en alguno de ellos por culpa de un D.N.I. caducado...

Lo había intentado dos veces antes. "Vete tempranito" me advirtió alguien que ya lo tenía. No sé a qué llamaba "tempranito", pero para mi las ocho y media de la mañana es una hora más que temprana para ir a sacarse el D.N.I. Pero no era así. La Policía abría a las ocho de la mañana, hora a la que ya había cola suficiente para acabar con los números (para coger turno) en cuestión de segundos... Cuando llegué la primera vez y pregunté si quedaban números, la gente me miró como diciendo "pringao...".

La segunda vez que lo intenté llegué poco antes de las ocho, antes de que abriese la Policía. La cola llegaba hasta el final de la calle. La cara de los que estaban de primeros era un poema. Parecía que estaban en la cola de la ayuda humanitaria. Yo me puse al final, y entonces abrieron. La cola fue avanzando hasta que cinco posiciones antes que la mía, el que repartía los números anunció lo que temía: "No hay más números. Hasta mañana".

Resignado, decidí que la tercera tenía que ser la vencida. Así que me mentalicé, y me preparé fisiológicamente para ir lo más temprano posible. Y así fue como el siguiente día salí de mi casa a las seis de la mañana, convencido, esta vez sí, de conseguir mi preciada documentación. Y probablemente sería el primero de la fila... Iluso... Unas 30 personas ya estaban en la cola, ansiosos porque llegasen las ocho.

La imagen era dantesca. Las calles absolutamente vacías, ni un ruido, noche cerrada. Y derepente, ahí, como si de unas estatuas se tratasen, 30 personas haciendo cola por amor al arte. Retomando lo de antes, yo estaba ahí por necesidad. Pero, ¿y todas aquellas personas? Cada día se repartían 170 números (en Agosto; en otros meses mucho más), y siempre se acababan. Recordemos que son las seis de la mañana de un día de Agosto, y que la peña no viene de reenganche de una noche de fiesta...

Muchos me vendrán con lo de que las personas mayores tienen mucho tiempo libre y les da igual la hora, y blablabla. Si, al parecer, con el nuevo DNI tienen nosequé ventajas, y que están apareciendo ancianos con D.N.I.s de la II República, porque hasta ahora "no lo habían necesitado"... Pero la movida es que no sólo estaba con gente mayor en aquella cola. Había gente de todas las edades, incluso familias con niños pequeños. ¿Qué coño les pasa? Porque esa necesidad de sufrimiento...

El caso es que, tras hora y media de pie haciendo tiempo como podía, llegó el momento que todos estábamos esperando. La Policía abrió, y me aseguré mi número... Ahora sólo tocaba esperar otra hora a que llegase mi turno. Entonces vino lo mejor. En un alarde de inspiración, me fui al coche a echar una cabezadita esperando mi hora. Después de un buen rato decidí ir a mirar por qué número iban. Casi se me caen los cojones al ver que mi número acababa de pasar... Pero finalmente no hubo problemas para que me "convalidasen" mi número, y en cinco minutos ya era un orgulloso poseedor del nuevo D.N.I. electrónico... Y menos mal, porque la cosa puso haber sido mucho pero (en Ourense, están como locos).

Con esas pintas me puedo llamar perfectamente Iñaki Parrakatoetxea...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ostia que bueno ahora entiendo porque me miraban con esa sonrrisa los funcionarios de la policia.Mira que puta es la vida guille yo fui hace una semana por la tarde,sin numero y en una hora y media(me agovie un poco)lo hice para el psicotecnico.

La tia que me hizo el dni(que por cierto,ya era hora de que te lo diesen en el dia)me decia con que sin numero eh?Y yo de tonto :Si bueno es que no hay... jajjajaja

Gui-J dijo...

joer, pues que potra. De todas formas, ahora en septiembre abren por la tarde asi q no hay tantos problemas como en agosto. yo si hubiese podido esperar, amos, no me veian ahi antes de las diez ni de coña...